El 20 de marzo, Fernando Belaunde publica el libro La conquista del Perú por los peruanos, editado por la Imprenta Minerva, fundada por el ‘Amauta’ José Carlos Mariátegui y conducida por sus hijos. La segunda edición fue presentada en julio del mismo año.
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El 28 de mayo, FBT es detenido en las pampas de Vítor (Arequipa) y conducido a la isla penal El Frontón (Callao), debido a que el gobierno de Prado había prohibido las manifestaciones proselitistas en Arequipa. Por lo tanto, Belaunde no estaba autorizado a realizar actos políticos en esa ciudad, entre los cuales iba a presidir el II Congreso Nacional Ordinario de Acción Popular, que se llevaría a cabo en Arequipa el 1 de junio.
El 30 de mayo, Belaunde intenta fugar de la isla penal nadando hasta un punto en que lo esperaría una embarcación piloteada por Miguel Dammert Muelle, quien se había comprometido a rescatarlo. Pero la nave se presentó –sin que lo supiera Belaunde– un día antes de lo previsto, por lo que el rescate fracasó y FBT fue recapturado. Durante los días que estuvo en prisión escribió el artículo “En la Sorbona del delito”, publicado luego como un capítulo en el libro Pueblo por pueblo, en donde reflexiona acerca de las condiciones carcelarias en el Perú.
El 9 de junio, Belaunde recupera su libertad.
El 12 de julio preside el II Congreso Nacional Ordinario de AP en la ciudad de Arequipa.
El 4 de abril, Belaunde participa en su primer debate televisado, frente a destacados periodistas de América Televisión, y cautiva a los televidentes por su telegenia y su figura fresca y juvenil, inherente a él.
Aparece su libro Pueblo por pueblo.
El 1 de marzo Belaunde, acompañado por Carlos Pestana Zevallos, José María de la Jara y Ureta, Rafael Gálvez, Julio Armas y Nicolás Hurtado, inicia desde el puerto de Salaverry, en el departamento de La Libertad, su gira a través de los Andes viajando por carretera, a lomo de bestia y a pie hasta llegar a Tocache, en San Martín.
El 1 de junio se realiza, en Iquitos, el III Congreso Nacional de Acción Popular, en el que se proclama la fórmula presidencial para las elecciones de 1962. En la terna acompañan a Belaunde, como vicepresidentes, el ingeniero Edgardo Seoane Corrales y el doctor Fernando Schwalb López-Aldana.
El 3 de octubre, a través de la arenga «Con un solo himno, el de la patria; con una sola bandera, la del Perú, y con un solo lema, ¡Adelante!», se lleva a cabo un extraordinario mitin enfrente del local central de Acción Popular, en la avenida La Colmena, en el Centro de Lima.
Del 17 al 24 de diciembre permanece en el Cusco, donde emprende una gira por las provincias de ese departamento. En un mitin improvisado en la Plaza de Armas dice: «No me sentía digno de venir a esta histórica plaza sin antes haber recorrido todas las provincias del Cusco. No estoy aquí por mi propia voluntad. Es el pueblo el que me ha traído. Mañana los diarios dirán que vine al Cusco a medir mis fuerzas. Mi respuesta es que el pueblo ha roto la huincha».
En mayo, Belaunde cierra su campaña en el Cusco denunciado un fraude electoral propiciado por el gobierno de Manuel Prado. En el marco de una gigante manifestación, es víctima de una pedrada en la frente. Sin embargo, volvió a la tribuna con el rostro ensangrentado y le habló nuevamente al pueblo, que lo aplaudió frenéticamente para terminar cargándolo en hombros.
El 1 de junio, en una manifestación sin precedentes en los anales de las concentraciones políticas –tanto por su volumen como por su organización–, Fernando Belaunde dirigió esa noche, desde la monumental tribuna levantada al pie del Palacio de Justicia, un mensaje a una impresionante concentración de acciopopulistas que se extendía a lo largo y ancho del Paseo de la República, escenario que, por su especial emplazamiento, fue denominado “La Cruz de la Victoria”.
Pidió a todos los peruanos que se mantuvieran vigilantes y unidos para que no se frustrara el veredicto popular. «Y llegada la hora de la lucha, salgamos a defender nuestros derechos con la seguridad de que yo y lo dirigentes de mi partido tomaremos la responsabilidad de comando que debe ser siempre la del riesgo y la del sacrificio, que son atributos esenciales de todo el que aspire a dirigir o gobernar».