Violeta y Fernando

Para su cruzada de ayuda social a los más necesitados y vulnerables, Violeta contó siempre con el apoyo del presidente Fernando Belaunde y de Raúl Diez Canseco.
Violeta desplegó una actividad muy intensa acompañando a su esposo por sus viajes de campaña que los llevaron a muchos rincones del Perú. Aquí aparecen en la milenaria ciudad del Cusco.
La primera dama les dio un gran impulso a las cocinas familiares en asentamientos humanos y pueblos jóvenes, labor en la que fue apoyada por un joven Raúl Diez Canseco.
Violeta nació en el distrito de La Punta (Callao), el 24 de marzo de 1927, en el seno de una familia de clase media. Entre los hijos de Javier Correa Elías y Violeta Miller Maertens, fue la única mujer.
Cursó estudios en el colegio Belén y en la Universidad de Chile, donde se formó en Periodismo. En 1955 ingresó al diario La Prensa, en el que dirigió la página femenina.
Como miembro del primer comité político acciopopulista, Violeta ocupó la estratégica Secretaría de Prensa, Relaciones Públicas y Publicidad del partido que fundó Belaunde.
Por tradición, Correa Miller transitó la línea política de su padre y abrazó el pensamiento socialdemócrata o socialcristiano, que tantas veces había escuchado en las mesas familiares.
Jovial, siempre con la sonrisa a flor de los labios, la primera dama derrochó cariño y desvelos por las mujeres, madres y niños de las zonas marginales de Lima.
Violeta nunca dejó de estar al lado de Fernando Belaunde, a quien acompañó en todas sus vicisitudes: tanto en los momentos de gloria como en las circunstancias más difíciles.
Propaganda del partido Acción Popular con miras a las elecciones generales de 1980, cuando el país recuperó la democracia. Violeta y Belaunde bajo el lema «trabajar y dejar trabajar».
Belaunde y Violeta se casaron en 1970. En el retorno triunfal del año 1980 a Palacio de Gobierno, ella se incorporó con gran dedicación al tratamiento de los asuntos del Estado.
Raúl Diez Canseco rememora que, cuando Violeta lo convocó para que la apoyara, encontró a una primera dama que «apostaba por la independencia económica de la mujer».
Los esposos Belaunde en 1996, ya alejados del poder. Desde que Violeta entrevistó a Fernando por primera vez, en el año 1956, se adhirió a su prédica y lo siguió hasta la eternidad.
Con sus hermanos, Ana María, Gustavo, Fernando y Javier, en 1972. Este último fue ministro de Salud, y su padre, Javier Correa, embajador del Perú en Chile durante el gobierno de Bustamante y Rivero.
Desde el diario La Prensa, la joven Violeta dio rienda suelta a sus ideas a través de la columna titulada “Nuestros Tiempos” y bajo el seudónimo de ‘Misia Francisca’, nombre de su bisabuela.
Cuando Fernando Belaunde llegó a la Casa de Pizarro, en 1963, Violeta fue su secretaria personal, peru luego abandonaría las labores de oficina para tomar acción por causas más trascendentales.
Curiosa imagen de 1965 en la Carretera Marginal de la Selva, durante el primer gobierno belaundista. Violeta es vacunada contra la fiebre amarilla en uno de los viajes oficiales del presidente.
Una foto de la revista Caretas del año 1966, cuando la audaz Violeta preparaba la exposición “El Perú ante el Mundo”, con imágenes que ella capturó en las giras de Belaunde por todo el país.
En la multitudinaria protesta contra el golpe militar de 1968 que acabó con el régimen democrático. Violeta fue víctima de la represión política por parte del gobierno de facto instaurado por Velasco.
En 1974, la Universidad DePauw de Indiana, en los Estados Unidos, le confirió a Correa Miller el Doctorado Honoris Causa en Humanidades, una de las tantas distinciones con las que fue honrada.
En el saludo de siempre ante una muchedumbre alborozada. La sobriedad y la humildad fueron el sello característico de Violeta, atributos que la distinguieron como una dama incomparable.
Esta instantánea de Caretas muestra a Violeta durante la campaña de 1980, en la que tuvo una intervención decisiva para el regreso victorioso de Belaunde a la primera magistratura.
Con Eduardo Orrego –quien sería alcalde de Lima– en una foto de Caretas correspondiente a la campaña edil de 1980. «En cada brazo una herramienta» fue siempre el norte de Violeta.
La primera dama en el templo de Koricancha captada por Caretas durante la promulgación de la Ley de Cooperación Popular, gracias a la cual se hicieron realidad muchas obras vitales para el Perú.
«En un país como el nuestro, donde son tantas las carencias, es imposible llegar a Palacio y no ponerse a trabajar de inmediato», expresó alguna vez con la sensibilidad que tenía.
Durante el primer mandato del arquitecto Belaunde, interrumpido por el golpe militar de 1968, Violeta fue la responsable de la construcción de los llamados Parques Zonales Recreacionales.
Quienes trabajaron con la primera dama la recuerdan como una mujer infatigable. Raúl Diez Canseco dice de ella que «sus juicios razonables y su disciplina en el trabajo hicieron que se ganara el respeto de todos».
Violeta Correa nació en un hogar político. Su padre fue diplomático de carrera y fundador de la Democracia Cristiana. Ella siempre defendió su independencia en el plano laboral y en el pensamiento político.
Lejos de las apariciones públicas o de compartir discursos con el mandatario, fue una primera dama que buscó mantener un perfil bajo. Acá se le ve en una amena conversación en Palacio de Gobierno.
Fernando, Violeta y Raúl. El Fundador Presidente de USIL sostiene que Violeta fue una «mujer del pueblo» por su mirada tierna, su sonrisa amable y su mano, siempre extendida y generosa.
En un paseo familiar, alejados de las tareas palaciegas. El presidente Belaunde decía que admiraba a su esposa por su serenidad y su manera expresiva de luchar sin herir.
Violeta estudió en el Colegio de las Madres Reparadoras y en el Colegio de los Sagrados Corazones Belén. En la secundaria tuvo que recibir educación privada por una dificultad en la vista.
En un mitin con el Belaunde candidato antes de las elecciones de 1963. Fue fotógrafa, secretaria de actas y organizadora de eventos en Lima y provincias. Violeta trabajaba incansablemente.
Descendiendo por la escalinata de un avión para ser recibida por su esposo. Era una primera dama que podía viajar a caballo o en deslizador por los ríos. No había cordillera que no remontara.
En los 80, Violeta logró que miles de niños tuvieran una infancia digna, con educación de calidad y llena de afecto gracias a los programas Cuna-Jardín de Infancia y a los centros comunales.
La perseverancia de Violeta Correa permitió construir 106 cocinas familiares que eran manejadas por los clubes de madres y donde se cubrían las necesidades básicas de alimentación.
La filosofía de la primera dama, cuyo fin era proteger a la población infantil, tuvo resultados extraordinarios. De esa forma, miles de niños adquirieron las bases para un futuro y una vida promisorios.
Cada obra inaugurada por Correa Miller mostraba una placa de cemento con la frase “El pueblo lo hizo” para inculcar entre la gente lo exitoso que podía resultar el trabajo comunal.