Violeta y Fernando

Violeta Correa Miller nació en La Punta, Callao, el 24 de marzo de 1927, del matrimonio de Javier Correa Elías y Violeta Miller Maertens. Cursó estudios en el colegio Belén y en la Universidad de Chile, donde se formó en Periodismo. A su regreso al Perú, en 1955, ingresó al diario La Prensa, en el que dirigió, con habilidad y acierto, la página femenina.

Como periodista, tuvo la oportunidad de entrevistar, en 1956, a un joven y audaz Fernando Belaunde Terry, quien había surgido en la política. Al proclamarse su candidatura presidencial, Violeta se adhirió a ella y, desde entonces, estuvo en la vanguardia por la consolidación de la democracia en el Perú.

Concluida esa campaña, se inscribió en Acción Popular, donde destacó como dirigente. Integró el Comité Nacional de Organización del partido. Desempeñó la Secretaría Nacional Femenina. Recorrió los diversos pueblos del país.

Desplegó una intensa actividad acompañando a Belaunde por sus viajes de campaña al interior del Perú, siempre infatigable y con cámara en mano, oficiando de reportera gráfica y con una indomable capacidad de trabajo.

Fernando Belaunde llegó por primera vez a la Casa de Pizarro en 1963. Violeta dejó de lado las labores de oficina y el protocolo para tomar acción por causas más trascendentales. Jovial, siempre con la sonrisa en los labios, derrochó cariño y desvelos por las mujeres, madres y niños de las zonas marginales de Lima, y de otras ciudades del país, a mediados de la década del 60 del siglo pasado.

Fue durante aquel primer mandato belaundista que contribuyó con la construcción de los llamados Parques Zonales Recreacionales, complejos dotados de jardines, juegos infantiles y minicomplejos deportivos, que alegraron los días de las familias y los niños de las zonas populosas de la ciudad.

Luego del golpe de Estado de 1968, salió al destierro acompañando a Belaunde, con quien se casó en 1970. En el retorno triunfal de 1980, se incorporó en el tratamiento de los asuntos del Estado, trabajando por los más pobres.

Día tras día visitaba los pueblos jóvenes para ayudar a las madres que sufrían por sus hijos. Sirvió a los humildes, sin alardes, no para ser aplaudida o vista. Impulsó las cocinas familiares bajo el concepto de cocinar en grupo, pero almorzar en casa, con los hijos. Como testimonio de su obra están las miles de madres y niños agradecidos por la construcción de más de 100 cocinas familiares y 80 centros comunales, edificados con la ayuda de las propias familias.

Violeta acompañó en todas sus vicisitudes a Fernando Belaunde. Estuvo a su lado en los momentos de gloria y en las circunstancias más difíciles. El gobierno transitorio de Valentín Paniagua le confirió la Gran Cruz de la Orden del Sol por sus servicios a la causa del país, la democracia y la justicia social.

Falleció el 1 de junio del 2001, día de conmemoración de la Gesta de La Merced.

Sobre su féretro, Fernando Belaunde le dejó escrita una nota: «Espérame».

El destino se encargaría de volverlos a juntar tan solo un año después.