Por siempre en el corazón del pueblo

2001-2002

2001

Comprometida con la causa de los humildes, Violeta Correa de Belaunde trabajó silenciosamente por ella. Nunca dejó de extender su cálida mano a todos cuantos le solicitaron apoyo. Fue una primera dama ejemplar antes, durante y después de dejar Palacio. El gobierno transitorio de Paniagua le confirió la Gran Cruz de la Orden del Sol por sus servicios a la causa del país, la democracia y la justicia social.

En la madrugada del 1 de junio, Violeta, la inseparable compañera de Belaunde y la mujer de su vida, como él la llamaba con ternura, fallece en Lima. Con ocasión del primer aniversario de su deceso, le dejó escrito un sentido homenaje, que no alcanzaría a leer: «Hace un año nos separó la existencia, un breve plazo que todavía no concluye. En ese momento dije “Espérame”. Y aquí estoy aguardando el reencuentro, ¡el ansiado reencuentro!, un ideal futuro y próximo».

  

2002

El 28 de mayo, el Gobierno crea la condecoración Gran Collar de la Democracia, en reconocimiento al presidente que encarnó la defensa de la democracia y de los valores humanos, que contribuyó de un modo decisivo al fortalecimiento de la identidad nacional y la defensa del territorio patrios, y que mostró devoción por el Perú y una ejemplar conducta –de suma honestidad e intachable moral– en el manejo de la cosa pública.

El 4 de junio, Belaunde fallece en el Hospital de Neoplásicas. Conocida la noticia, cientos de autoridades nacionales, líderes políticos, amigos y copartidarios acuden al hospital para presentarle sus condolencias a la familia. En horas de la noche, los restos del arquitecto fueron trasladados a la capilla ardiente instalada en medio del Salón Perú, en el local central de Acción Popular, en Paseo Colón. El recinto se vio atestado por la gran cantidad de hombres y mujeres –de toda edad y condición– que visitaron a Fernando Belaunde para rendirle postrer homenaje.

Al día siguiente, el fundador de Acción Popular hace su último recorrido hacia Palacio de Gobierno, donde se le impone el Gran Collar de la Democracia, recibido por su hijo Rafael Belaunde, y el Poder Ejecutivo en pleno le tributa un solemne homenaje. Culminado el acto, el féretro es llevado al Palacio Legislativo, donde todos los representantes de los diferentes partidos políticos leyeron breves discursos en honor del expresidente. Concluidas las ceremonias en el Congreso, el cuerpo de Belaunde Terry llega a la Catedral de Lima. Ahí, desde las 3 y 30 de la tarde hasta la medianoche, millares de personas le dieron el último adiós al extinto gobernante.

A la mañana siguiente, con la asistencia de altos dignatarios del Estado, de jefes de las misiones diplomáticas acreditadas en el país y de las personalidades más representativas de la vida nacional, el cardenal de Lima, primado del Perú, celebró la solemne misa de cuerpo presente. Concluidos los oficios religiosos, los restos mortales de Fernando Belaunde Terry dieron la vuelta a la Plaza Mayor en hombros de familiares y correligionarios, ante la presencia de miles de conciudadanos que se habían dado cita en ella para despedirlo.

Al finalizar el recorrido, el ataúd es introducido en la carroza que lo llevaría a Campo Fe de Huachipa. El cortejo arriba al cementerio a la 1 y 30 de la tarde, donde cadetes de la Escuela Militar de Chorrillos retiran el féretro y, en hombros, al son de la Marcha de Banderas, lo llevan hasta la plataforma instalada al lado de la tumba de Violeta Correa de Belaunde. Los discursos fúnebres estuvieron a cargo de Miguel Cruchaga Belaunde, el expresidente Valentín Paniagua y el mandatario Alejandro Toledo. Una salva de 21 cañonazos y un vibrante toque de silencio, acompañado por lágrimas y palmas acciopopulistas, preceden el momento de la inhumación. Poco a poco, el ataúd con los restos del expresidente va descendiendo hacia la misma tumba de Violeta Correa, su amada esposa, mientras el coro interpretaba el Aleluya de Georg Friedrich Händel.

«Te repito con la alegría y esperanza con que entrarán mis restos a reposar junto a los tuyos: Espérame», le había escrito apenas 10 días antes. La promesa de amor se había cumplido.